miércoles, julio 30, 2008


Comunicación femenina y masculina II

En un artículo anterior comentamos que es frecuente que hombres y mujeres usen estilos de comunicación diferentes. Esto es, que hombres y mujeres usan el lenguaje de manera distinta, y para cosas distintas.

Hoy continuaremos abordando ciertas diferencias de la comunicación femenina y masculina, que con frecuencia producen malestar y discusiones que a veces acaban en terapia… o en ruptura.

Muchas veces las parejas discuten por cuestiones que desde fuera parecen insignificantes y sin importancia, pero que desde dentro se contemplan de otra manera: tras la discusión desproporcionada acerca de qué programa de televisión ver esta noche, de qué hablamos, o qué comemos hoy, a veces se están cuestionando los sentimientos presentes en la misma relación.

Es interesante resaltar que en las terapias de pareja una queja muy común en las mujeres de parejas heterosexuales es que “él no habla”. Lo cierto es que pareciera que muchos hombres sufren un periodo de locuacidad transitoria durante los estadios iniciales de una relación, y después, cuando la relación se ha asentado, se muestran mucho más callados y reservados, y esto no complace muchas veces a su pareja.

Según José Antonio Marina, una mujer no debería preguntarse: “Pepe, ¿me amará siempre?”, sino más bien: “Pepe, ¿me hablará siempre?”, porque lo que después se manifiesta como una queja frecuente de muchas mujeres no es que el no la ame, sino que no le habla.

En terapia son comunes diálogos como los siguientes, que muestran la forma diferencial en que mujeres y hombres entienden el lenguaje y hacen uso del mismo:

Ella: lo que me disgusta mucho es que él nunca me habla. Llega a casa del trabajo, enciende la tele, y no me dice ni mú. Si le pregunto, me contesta con monosílabos, tengo que sacarle las palabras con desatascador.
Él: ¿de qué quieres que te hable? Si es que casi nunca me pasa nada interesante en el trabajo.
Ella: de tus cosas, de cómo has pasado el día, de lo que has hecho, yo qué sé, de algo…
Él: pero, vamos a ver, si en el trabajo me he pasado el día peleándome con compañeros y con el jefe, ¿para qué te voy a hablar de eso? ¿para recordarlo y disgustarme? Pues enciendo la tele y desconecto.
Ella: pues cuéntame lo que has hecho, en qué ha consistido tu trabajo ese día, yo qué sé…
Él: si es que hago lo de siempre, no hay nada importante que contar, no entiendo de qué quieres que te hable si tú ya sabes lo que hago en el trabajo…
Ella: me da igual que no tengas nada importante que comentar, lo que quiero es hablar contigo, que hablemos…
Él: pero si es todos los días la misma cosa… no hay nada que te pueda contar que sea interesante o importante…
Ella: no necesito que sea importante
Él: entonces ¿para qué quieres que te lo cuente, si es insignificante lo que te podría contar? No lo entiendo.
Ella: para hablar de algo… además, tu día a día sí es importante…

En esta situación tan frecuente él y ella no se comprenden porque usan el lenguaje para cosas diferentes. Muchas veces, para las mujeres es importante estar al tanto del día a día de su pareja, y también ponerles al tanto de su día a día, de su cotidianidad y sus circunstancias, de lo que han hecho, lo que han pensado, o cómo se han sentido. Para muchas mujeres, tener conversaciones sobre estos temas es una forma de sentir que están cerca de su pareja, que están “en conexión”, acompañadas, en contacto. Las conversaciones sobre los pequeños asuntos de la vida cotidiana son para la mujer una muestra de que está cercana emocionalmente y en sintonía con otro ser humano. Por ello, también muchas de estas mujeres mantienen con sus hombres conversaciones sobre estos temas.

En muchos casos el hombre no necesita comunicarse sobre su día a día para sentirse cerca (emocionalmente) de su pareja. Muchos hombres se comunican con su pareja cuando hay un asunto grave que tratar, o cuando le ha sucedido algo que considera importante. Puesto que no todos los días suceden cosas realmente importantes, es frecuente que estos hombres no hablen mucho cuando llegan a casa. Esto se suma al hecho de que a muchos hombres no les gusta hablar de sus problemas, especialmente los que no saben cómo resolver, porque les angustia. A la mujer, por el contrario, hablar de los problemas que no tienen solución les suele relajar.

Así pues el hecho es que el hombre en la intimidad de la pareja usa mucho menos el lenguaje que la mujer. Esto no quiere decir que los hombres hablen menos que las mujeres, de hecho, los estudios al respecto muestran que hablan más o menos lo mismo, pero los hombres hablan más en situaciones sociales y con mucha gente, y las mujeres hablan más en situaciones más íntimas y de confianza. En definitiva, en la intimidad de la pareja el hombre suele hablar menos que la mujer.

El siguiente ejemplo de otra pareja lo ilustra bastante bien: ella llegaba todos los días del trabajo y le contaba a él su día, las cosas que le habían sucedido, los encuentros y desencuentros con compañeros de trabajo… él solía escucharla, y añadía de vez en cuando: “pero al grano, ve al grano”. Un día, mientras estaba hablándole y él le urgía a ir al grano, ella le dijo molesta: “es que no hay grano”.

Y lo cierto es que “el grano” para muchas mujeres, no es un dato concreto, sino la propia conversación. Él, por el contrario, pensaba que la conversación de ella tenía por objeto hablar sobre “algo importante o trascendental”, y esperaba en la narración de ella la llegada de eso (“el grano”). Y esto se debe a que posiblemente, él mismo, si hubiera de narrar algo que le ha sucedido en el trabajo, sería para ofrecer algún dato que considerara de bastante importancia (un “grano”).

Otro ejemplo (muy común), sería el siguiente:

Ella: dime que me quieres.
Él: ya lo sabes.
Ella: pero dímelo.
Él: ¿pero para qué? ¿Es que no lo sabes?
Ella: desde luego, te cuesta mucho decirme que me quieres…

Aquí, por ejemplo, él interpreta que el lenguaje se usa para transmitir información. La información sería que él la quiere, y ella se supone que ya tiene esa información, así que ¿para qué repetirla?. Ella, por el contrario, usa el lenguaje para expresar afectos y conectar emocionalmente, por lo que aunque ya sabe que él la quiere, le pide que se lo diga porque le gusta oírlo (al igual que gusta recibir una caricia). Él no entiende el motivo de que ella le pide esto tantas veces y ella no entiende los motivos por los que él no se lo dice. Y acaban enfadados…
Todas estas situaciones que pudieran parecer tontas, son sin embargo una enorme fuente de frustraciones y desencuentros para muchas parejas. Si una mujer piensa que no se comunica lo suficiente con su pareja, suele sentirse muy sola emocionalmente, desconectada y fría con respecto a él. Para muchas mujeres es muy importante sentir que pueden hablar y entenderse, comunicarse con su pareja, comentar “sus cosas” y escuchar las de él. Cuando esto no se produce de forma continua, a veces estas mujeres se sienten muy tristes y frustradas, y muy solas (en pareja). Muchas se sienten desilusionadas y otras piensan que se les ha acabado el amor. A veces esto da lugar a la frialdad en la pareja y a la falta de contactos eróticos (de caricias y/o genitales). Esta frialdad es percibida por él, que puede no entender el motivo del enfado de ella, y comienza una espiral de desencuentros y alejamientos.

Sería importante, por ello, reconocer que no siempre mujeres y hombres somos iguales ni hacemos las cosas de la misma manera, ni nos comunicamos de la misma manera, sin que esto implique que uno de los dos “lo haga mal”, o “lo haga peor”. Distintos, pero no mejores ni peores. Atribuir las dificultades en la comunicación al uso de distintos estilos no es lo mismo que atribuir las dificultades en la comunicación a la falta de amor o de interés de la pareja.

En cualquier caso, no estaría mal que mujeres y hombres intentaran comprender el estilo del otro y aproximarse al mismo, “hablar” un poquito la lengua del otro sexo, de cara a facilitar la armonía en la convivencia.

Cabe señalar que los estilos descritos como “masculino” y “femenino” son más característicos (principalmente por cuestiones educativas) de hombres y mujeres, pero también existen muchos hombres que se comunican con el lenguaje descrito como “femenino” y mujeres que se comunican en un estilo “masculino”.

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